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Entonces ocurrió aquello, lo Inconcebible. Rasid salió al escenario y se encaró con la vasta selva humana. Harún estaba entre bastidores, mirándolo. El pobre juglar abrió la boca y la gente gritó de entusiasmo. Pero, al abrir la boca, Rasid Khalifa descubrió que la tenía tan vacía como el corazón.
-Craa –fue todo lo que le salió. El Sha de Bla sonaba como un cuervo estúpido-. Cra, cra, cra.

Salman Rushdie, «Harún y el Mar de las Historias»



Existe otra interpretación de esta historia que sostiene una versión ligeramente distinta de los hechos:
Cuando Rasid Khalifa abrió la boca y descubrió que, por primera vez en su vida, no tenía nada que contar, el ‘Craa’ que pareció emerger de la garganta del juglar provenía en realidad de un grupo de cuervos platónikos que se habían apoderado de su corazón vacío y que, en aquel preciso momento, salían en bandada hacia el mundo exterior, emitiendo burlones graznidos para celebrar su victoria.
Ninguno de los asistentes vió los cuervos: sólo el propio Rasid pudo, más que ver, sentir cómo unas sombras negras que desde hacía tiempo revoloteaban en su interior lo abandonaban finalmente a través del aliento, llevándose con ellas lo poco que quedaba de sus sueños y esperanzas.

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