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De la mutación constante de las cosas brota una señal, una llamada, un parpadeo: una cosa que se desprende de las otras con la intención de significar alguna cosa… ¿qué?, ella misma, una cosa sólo está contenta de ser mirada por las otras cosas cuando está convencida de significar ella misma y nada más, en medio de las cosas que significan ellas mismas y nada más.
Las ocasiones de este tipo no son nada frecuentes, pero tarde o temprano se presentan: basta con esperar a que se verifique una de esas afortunadas coincidencias en que el mundo quiere mirar y ser mirado en el mismo instante y que coincida que el señor Palomar pase por allí. O sea, el señor Palomar ni siquiera tiene que esperar, porque estas cosas suceden cuando menos se esperan.
Ítalo Calvino, «El mundo mira al mundo» (Palomar)

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