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En la entrada de casa hay un madroño que cada día nos da la bienvenida. Es un árbol bonito y generoso; nos regala flores y frutos varias veces al año. Por estas fechas está cargado de preciosas flores blancas que atraen a las abejas con su dulce aroma a néctar. Nuestro patio delantero se convierte así, temporalmente, en lugar de encuentro de esponjosas abejillas peludas que, en su continuo ir y venir, lo llenan todo de vida, color y zumbidos.

¡Qué diferentes de las abellotas, estas hacendosas y alegres abejas!

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